Una investigación internacional realizada en China, y en la que ha participado la Universidad de Córdoba, ha determinado que el mejor momento para aplicar hongos entomopatógenos contra la langosta migratoria oriental (Locusta migratoria manilensis) es cuando estas aún no han entrado en su etapa adulta, a los veinte días de la eclosión de los huevos.

Locusta migratoria manilensis es una de las principales plagas que dañan cultivos y zonas de pastos. Excepto en la Antártida, están presentes en todos los continentes. Para su control, en los últimos años se está apostando por el uso de hongos entomopatógenos, que tienen la capacidad de infectar y matar a los insectos. Para garantizar su efectividad, mayor en insectos con temperaturas corporales más bajas, resulta fundamental controlar el momento en el que se aplican.

Tras analizar casi mil individuos de esta plaga recogidas en las provincias chinas de Dagang y Dongying, la investigación comprobó que en la tercera fase de desarrollo las langostas mantienen una temperatura más baja que en otras etapas (por debajo de los 35 grados), ya que normalmente se encuentran situadas cerca del suelo debido a su vulnerabilidad (al ser insectos ectotermos, no pueden regular por sí mismos su temperatura interior). A medida que las langostas van creciendo, su temperatura aumenta porque se acercan a zonas más cálidas, por encima de la vegetación o incluso volando.

Esta tercera fase representa, por tanto, el momento idóneo para aplicar el hongo. Además, en esta etapa de crecimiento, el hongo dispone de tiempo suficiente para actuar antes de que la langosta alcance su etapa adulta (lo que ocurre a los 35-40 días tras la eclosión de los huevos y se prolonga 20 o 30 días más), cuando ya puede volar y se convierte en un problema al poder desplazarse a otros cultivos.

El estudio, cuyos resultados se han publicado en la revista Frontiers in Physiology, es extrapolable a otras zonas. En él ha participado Pablo González, investigador del Departamento de Ingeniería Forestal de la UCO, junto a miembros de la organización intergubernamental CABI (Centro de Biociencia Agrícola Internacional), la Universidad de Zhejiang y del servicio nacional de extensión agraria de China.