Un equipo pluridisciplinar trabaja en el desarrollo de una estrategia de gestión agroecológica del barrenador de la chufa Bactra bactrana, la plaga más importante de este cultivo tradicional valenciano, mediante la identificación de su feromona y los posibles enemigos naturales. Un trabajo publicado en Phytoma da a conocer por primera vez los detalles diagnósticos de esta plaga, sus daños, forma de detección y comportamiento poblacional.

Históricamente, ante la falta de una estrategia de gestión integrada de la plaga, los ataques del barrenador han sido controlados químicamente mediante tratamientos de choque con organofosforados como el clorpirifós o el metilclorpirifós, sustancias prohibidas en la Unión Europea desde el año pasado. Desde entonces, los tratamientos con Bacillus thuringiensis y spinosad, aunque consiguen disminuir la incidencia de la plaga puntualmente, no impiden una rápida recuperación de los niveles poblacionales. “La ausencia de un marco de GIP genera sin duda excesivos tratamientos, más basados en la intuición que en un criterio técnico. Dado que no existen otras materias activas recomendadas para alternar con estos tratamientos, existe también el peligro real de que se produzcan resistencias en las poblaciones de la plaga a corto o medio plazo. Más difícil es aun la situación en el cultivo ecológico de la chufa: no existe ningún insecticida autorizado para su uso contra el barrenador en agricultura ecológica y los campos deben compartir amplias zonas donde la aplicación de químicos es frecuente”, explica Cristina Navarro, de Elytra Agroscience Services, empresa que participa en este proyecto, financiado por la Generalitat Valenciana, junto a investigadores del Instituto Agroforestal Mediterráneo (IAM) de la Universitat Politècnica de València y el Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (ICBiBE) de la Universidad de Valencia.

Aunque el insecto está presente en primavera y otoño, la población se incrementa en verano, coincidiendo con temperaturas más elevadas. Los datos de vuelo y las observaciones in vitro del ciclo biológico sugieren que en el campo se reproducen al menos cuatro generaciones, con una separación entre máximos de 15-30 días aproximadamente dependiendo del momento.

En este estudio se han identificado posibles enemigos naturales, especies de himenópteros que han evolucionado a partir de distintos estadios de B. bactrana. Como parasitoide de huevos, destaca la presencia de Trichogramma evanescens, una especie con un amplio historial en el control biológico de lepidópteros, o los más desconocidos Ichneumonidae Temelucha decorata (Gravenhorst) y Braconidae Orgilus sp., actualmente en estudio.

Por otro lado, los ensayos muestran evidencias de una fuerte atracción sexual mediada por semioquímicos, por lo que la prioridad se centra ahora en la identificación y síntesis de la estructura molecular de su feromona sexual para que pueda utilizarse en el control por confusión sexual y en el propio seguimiento de la plaga. Ese es el objetivo del proyecto MAXIFERO-CB, financiado también por la Generalitat Valenciana. “Para un seguimiento poblacional serio y continuo, que permita una toma de decisión rápida, la captura mediante trampas de feromona sería un método ideal para ser implementado en este tipo de cultivo”, asegura Vicente Navarro-Llopis, investigador del grupo de Ecología Química del Instituto Agroforestal Mediterráneo.