En el sudeste español existen en la actualidad en cultivo sin suelo unas 4.000 a 4.500 hectáreas, localizadas principalmente en Almería, Murcia, Granada y las provincias colindantes (Urrestarazu y Salas, 2002), desarrolladas paralelamente a la expansión tecnológica de los cultivos bajo plástico y los nuevos equipamientos de riego localizado.
Esta realidad convive con otras de menor extensión con carácter bien distinto, nos referimos a situaciones especiales como son las bases experimentales en plena Antártida o en las naves espaciales, o el actual auge que está teniendo en ciertas regiones de Latinoamérica la llamada Hidroponía Popular (Izquierdo, 1996), basada esta última en la producción para el autoabastecimiento con escasos medios e infraestructura muy simple.

Definición y clasificación de los cultivos sin suelo

Incluye a todos aquellos métodos y sistemas que hacen crecer a las plantas fuera de su ambiente natural: el suelo. Las clasificaciones de los cultivos sin suelo se realizan en general atendiendo a los siguientes criterios básicos: el medio físico donde crece la raíz; forma de suministro de la disolución nutritiva; forma, en su caso, de aireación de la disolución nutritiva, y la existencia o no de reciclado o recuperación de la solución (URRESTARAZU, 2000).

En general, se agruparían en cultivos en agua y cultivos en sustratos, dentro de este último se distinguen los sustratos orgánicos, inorgánicos y mixtos (BENTON JONES, 1983). Como cultivo en agua (solución nutritiva) se conoce a todo aquel sistema de cultivo que no utiliza ningún anclaje sólido en el cual se desarrolla y vive el aparato radical, y por tanto le sirve para fijar al mismo (Nutrient Film Tecnique (NFT), New Growing System (NGS), aeroponía, etc.).

Los cultivos en sustrato presentan dos diferencias principales con los cultivos en agua, la aireación es mayor en los primeros por lo tanto son menos frecuente los problemas de hipoxia radical; y cuando se utilizan sustratos, no existe una ilimitada disponibilidad de agua para las raíces. Para un correcto manejo de los cultivos sin suelo en sustrato, es necesario encontrar el equilibrio entre aguaaire mediante el manejo del riego con la frecuencia y duración del mismo.

El sustrato puede estar en contenedores, bancadas, cubriendo la totalidad del suelo del invernadero, etc.; y su volumen y forma es variable. Los sustratos más empleados son arena, lana de roca, perlita, fibra de coco, etc (Foto 1).

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Foto 1. Sustratos empleados en cultivo sin suelo: Perlita (izquierda) y lana de roca (derecha).

 

Dentro de los sustratos existe un conjunto de materiales que son susceptibles de ser utilizados como sustrato en cultivo sin suelo y que pueden sustituir a los tradicionalmente más extendidos en horticultura denominados sustratos alternativos. Estos últimos, en general, son considerados más adecuados desde el punto de vista medio ambiental. Dentro de este grupo podríamos incluir el material proveniente del compostado de residuos hortícolas producidos por los cultivos intensivos, cáscara de almendra, fibra de pino, etc. De estos sistemas describiremos a continuación los mas empleados en el sudeste español:

Cultivos en sacos y contenedores: inicialmente consistían en rellenar de arena una lámina de polietileno bicolor, con el color blanco hacia el exterior. Sus dimensiones son de unos 30 cm de ancho y varios metros de largo dependiendo de la estructura del invernadero y la dirección de su colocación. Los dos extremos se cierran y el drenaje se realiza por orificios en la base de este contenedor, a principio de la década de los 90 había unas 490 ha (MARTÍNEZ Y GARCÍA, 1993) y en la actualidad se calcula que existen mas de 500 hectáreas con este sistema en la región de Murcia y Alicante (URRESTARAZU, 2000).

Unidad de cultivo individualizada: El cultivo en unidades individuales presenta como ventaja la dificultad de la propagación de patógenos vía raíz, así como una importante posibilidad de movilidad. Tanto la morfología como el volumen de los contenedores de sustratos son muy variados. Dentro de este tipo incluimos a:

- los sacos de perlita que tienen una sección transversal más o menos cilíndrica y una longitud de 1,20 m con un volumen de 40 l (GARCÍA-LOZANO et al., 1997),

- las tablas de lana de roca de las que se comercializan varios tamaños siendo una de las más usadas la tabla 10x10x100 cm, aunque se utilizan tamaños de mayor y menor volumen,

 - contenedor alargado de unos 34 l de volumen, que se suelen emplear rellenos de arena,

- contenedor alargado mas o menos cilíndrico con fibra de coco, son de diversos tamaño y de un volumen de hasta unos 24 l,

- simples bolsas de polietileno negro de volumen variable que se rellenan con mezcla de sustratos,

- contenedor de unos 24 l de volumen de poliestireno expandido, que se suelen emplear rellenos de fibra de coco.

Consideraciones en el manejo del riego

Disponibilidad de agua

La disponibilidad de agua depende de la fuerza de retención de dicho elemento en el medio de cultivo. En los cultivos en contenedor, el agua disponible depende de numerosos factores de los cuales los más importantes son el volumen y características del sustrato, y morfología del contenedor. Inmediatamente después de un riego donde se asume que el sustrato está saturado de agua, el potencial de agua es cero, y se irá incrementando progresivamente a medida que se deseca.

En cultivo sin suelo se debería trabajar con potenciales bajos (-1,0 kPa) generalmente se sitúan muy por debajo de -10 kPa (FOURCARD, 1997). Estos potenciales se mantienen bajos realizando riegos frecuentes al no retener grandes cantidades de agua por su volumen limitado. El análisis físico de un sustrato permite relacionar contenido en agua y potencial hídrico.

Aparecen dos puntos de interés, aquel que corresponde a la humedad del sustrato próxima a la capacidad del recipiente, es decir próxima al contenido en agua máximo que puede retener después de saturación y secado. Y aquel, que se corresponde a una humedad del sustrato considerada como el umbral mínimo, por debajo del cual la mayor parte de los vegetales ven perturbado su metabolismo por falta de agua. Las características del sustrato y el contenedor deben tenerse en cuenta en la gestión del riego para el cálculo de la dosis de riego, de las que destacan el agua total disponible, agua fácilmente disponible, agua de reserva, volumen de contenedor, etc. (Tabla 1).

La distribución del tamaño de los poros es clave en la aireación del sustrato, la capacidad de aireación óptima de un sustrato debe oscilar entre el 20 y el 30% de su volumen total. La frecuencia de riego y la cantidad de agua necesarias para ello depende, en primer lugar, de la capacidad de retención de agua del sustrato, y en segundo lugar, de la demanda del cultivo y el ambiente. En general, se debe regar cuando el sustrato ha perdido de un 5 a un 10% de su capacidad de retención o agua total disponible (SMITH, 1987). Siguiendo ese criterio, el suministro aumentará a medida que las plantas crecen y que la transpiración aumenta según demanda por factores climáticos.

Disponibilidad de nutrientes

Respecto al suministro de cada nutriente y mantener su equilibrio nutricional, en los cultivos sin suelo, desde un punto de vista práctico, para un crecimiento óptimo de las plantas, deberán añadirse siempre nutrientes adicionados como fertilizantes en los riegos. Existen numerosos equilibrios nutricionales aplicables según fases del cultivo, especie, época del año, etc.

El método más práctico para ajustar el suministro de nutrientes con relación a la demanda en sistemas hidropónicos es por la medida de la concentración total de iones de la disolución como conductividad eléctrica (CE) en la zona de la raíz, sin olvidar la importancia de la concentración de cada ión individual. La absorción selectiva de minerales y de agua por las plantas empobrece el medio en unos iones, cambia la conductividad eléctrica, elevándola o disminuyéndola, y acumula otros iones en exceso.

El riego en exceso en sustratos (drenaje), permite solucionar con facilidad estos problemas. Desde un punto de vista práctico, es razonable pensar entre un 10 y un 30%, en función de la época del año, el estado de desarrollo de las plantas y la calidad de agua de riego. Como regla general cuanto mejor es la calidad del agua de riego mayor puede ser la proporción de incremento de la CE que se pueda y deba incrementar por los nutrientes añadidos, el límite se podría establecer entre 1,5 y 1,7 dS m-2 de aumento por los fertilizantes cuando la conductividad del agua de riego es inferior a 0,5 dS m-2, dando una CE de la disolución nutritiva final entre 2 y 2,4 dS m-2 .

En el extremo opuesto aguas de muy mala calidad, con CE por encima de 3 dS m-2, se debería bajar la proporción de CE debida a los nutrientes que se han de añadir, entre 0,5 y 0,75 décimas más en la CE eléctrica final de la disolución nutritiva, resultando ésta en el mejor de los casos de unos 3,5. El problema reside en que el control exclusivo de la CE no aporta información relativa a la composición individual de iones y puede provocar con el tiempo un desequilibrio mineral.

Esto exige que se practiquen análisis frecuentes de la disolución nutritiva y drenaje, que suelen y deben efectuarse aproximadamente cada dos semanas y que permiten corregir, "a posteriori", el desequilibrio observado. Otra característica a considerar es el pH de la solución nutritiva en el sustrato, ya que el pH ejerce sus efectos principales sobre la asimilación de los nutrientes, la capacidad de intercambio catiónico y la actividad biológica. Bajo condiciones de cultivo intensivo, se recomienda mantener el pH del sustrato dentro de un intervalo que varía entre 5,5 y 6,8, para lograrlo la disolución de riego debe estar entre 5,0 y 6,0.

Objetivos del fertirriego

Con el fertirriego se persigue: Suministrar el nivel necesario de cada nutriente y mantener el equilibrio nutricional, y mantener las cantidades correctas de agua fácilmente disponible -o sea a tensiones de retención bajas- para facilitar la asimilación de agua e indirectamente de nutrientes a las plantas.

Manejo del riego

Una de las principales diferencia del fertirriego en cultivos sin suelo usando sustrato en comparación con los cultivos tradicionales en suelo es el mayor número de fertirriego que se ha de realizar. Esto viene relacionado con dos factores uno de ellos es que se trabaja a potenciales mátricos bajos, y en segundo lugar que se trabaja con volumen limitado para el desarrollo de las raíces.

Es necesario identificar a un instante dado:

- la demanda hídrica del cultivo o planta;

- la OFERTA, es decir la reserva de agua que ofrece el sustrato y que depende de sus propiedades físicas (Agua total disponible

?ATD- y volumen de contenedor); y

- el nivel de reserva hídrica del sustrato al que se desea intervenir determinará la dosis de riego, DOTACIÓN (5-10% ATD) junto a la cantidad de agua a drenar, y

 - que junto al modelo de cálculo del consumo de la planta determinaría la FRECUENCIA con la que hay que aportar dicha dosis.

Se deben considerar los siguientes parámetros para establecer la frecuencia y dotación de fertirriego: % del agua total disponible del sustrato considerada, volumen del contenedor, nº de goteros por contenedor, caudal nominal del gotero, % de drenaje que se desea en el período de tiempo considerado, nº de plantas en un contenedor, % del volumen de agua total disponible que consumen las plantas del contenedor tras el cual se desea iniciar un nuevo riego.

El tiempo que transcurra entre la activación del sistema y el instante de parada determinará la dotación de cada riego. El aporte de agua, además de satisfacer la demanda de las plantas, debe bastar para evitar la acumulación de sales en el sustrato, drenando más o menos. Las cantidades mínimas a drenar dependerán, por tanto, de la calidad del agua y de la cantidad y tipo de fertilizantes utilizados e incluso de la fase de producción en la que se encuentre el cultivo.

Ambos conceptos están muy relacionados, en cultivos sin suelo se pueden manejar los riegos dentro de un período de tiempo de dos formas diferentes. Mantener fija la dotación de riego y variar la frecuencia dentro del período o, mantener fija la frecuencia y variar la dotación de cada uno de los riegos. Con el primer tipo de manejo se mantienen condiciones estables y homogéneas de aire y agua para las raíces a lo largo del tiempo.

El suministro debe aumentarse con una mayor frecuencia de riegos, y el mismo volumen, y no con dosis mayores y frecuencia constante, puesto que el sustrato no será capaz de retener más agua sino que con una mayor dosis sólo aumentaremos el volumen de drenaje y en consecuencia lavaremos sales pero no retendrá más agua y consecuentemente no se dispondrá necesariamente de más agua. Una vez establecido el exceso de riego, como porcentaje de volumen a aplicar, la dosis se fija en la mínima posible que satisfaga la retención máxima del sustrato para evitar pérdidas excesivas.

Durante el ciclo de cultivo se pueden presentar tres situaciones bien distintas, si se suministra una disolución nutritiva con una concentración inicial conocida; pasado un tiempo, la planta ha consumido agua y elementos nutritivos, puede suceder que la planta consuma más agua que sales, en cuyo caso las sales se acumulan en el agua de drenaje y en el medio haciendo que en ellos la CE sea mayor que la inicial o de riego.

Por el contrario, la planta puede consumir más sales que agua, en cuyo caso la planta empobrece el medio en sales haciendo que CE sea menor que la suministrada con el fertirriego, por ejemplo puede ocurrir en la etapa de polinización y cuaje de los frutos en la cual el consumo de nutrientes es muy elevado (SHEEN Y HSU, 1996). Y por último que la planta consuma proporcionalmente igual cantidad de sales que de agua, en cuyo caso la CE del drenaje será igual a la del fertirriego.

Aunque existen estas tres posibilidades puntuales a lo largo del cultivo, hay que hacer notar que en nuestros cultivos de regiones áridas o semiáridas el término general es que las CEs de los drenajes sean superiores a las de las disoluciones de fertirrigación utilizadas. Prácticamente se debería trabajar estableciendo un valor límite para la conductividad eléctrica (CE) del drenaje (diferencia entre CE del drenaje y CE del riego no debería superar la unidad), superado el cual, sería preciso aumentar la cantidad de agua aportada (KLÄRING Y CIERPINSKI, 1998).

Los niveles de sales deberían evaluarse diariamente en una selección al azar de las planchas, midiendo la CE de una muestra de solución de la plancha extraída con una jeringa o de los drenajes. Los valores deben estar cercanos a los de la solución nutritiva, una CE de 2,3 a 2,5 dS m-1, son un ejemplo de valores aceptables (RESH, 1997). La conductividad puede cambiar con el estado fisiológico de la planta y con las condiciones ambientales. La CE de la solución de saturación de las tablas se establece en 2,5-3,0 dS m-1 y se puede tolerar según época y el tipo de cultivo, que suba hasta 4,0 o 5,0 dS m-1 (TERRY, 1997; SEGURA et al., 1998).

Si los niveles de CE hallados son significativamente mayores, o lo niveles de pH no son los óptimos, las planchas o tablas tendrán que ser regadas con más frecuencia o con riegos más largos. Hay varias razones que explican porqué son diferentes las composiciones de la CE de la disolución nutritiva del riego y del sustrato. Normalmente en el sustrato hay una CE de 0,5 a 1,0 dS m-1 más alta que en la disolución nutritiva.

Se considera entonces por ejemplo que para conseguir una CE en la rizosfera del sustrato de 2,5 a 3,0 dS m-1 en el caso del tomate, la disolución de riego debe ser de 1,7 a 2,2 dS m-1 (SMITH, 1987). El crecimiento y desarrollo de las plantas se ven reducidos en condiciones de acidez o alcalinidad extremas.

Es frecuente que se produzcan subidas (basificación) del pH del drenaje durante la mayor parte del ciclo de cultivo, coincidiendo con los períodos de mayor absorción del N-NO3 - (CADAHÍA et al., 1998), teniendo en cuenta que en el sustrato el valor será seguramente mayor que en el drenaje, de manera que en casos extremos deberemos modificar el valor de entrada de pH de la disolución nutritiva, acidificándola más de lo recomendado en situaciones normales.

Por el contrario, en períodos de floración y fructificación es frecuente la acidificación del drenaje provocado por la absorción selectiva de iones por parte de la planta (preferentemente cationes (SHEEN Y HSU, 1996) y en especial K+.

De igual manera, si obtuviéramos valores muy extremos de pH (ácidos) en el drenaje deberemos basificar la disolución nutritiva con el objetivo de que en el interior de los sustratos se encuentre dentro de los valores normales recomendados (usando KOH, por ejemplo ya que también se enriquece en potasio, aunque sería recomendable no es muy frecuente su aplicación real en el campo en nuestras regiones agrícolas).

También las variaciones del pH pueden deberse a la manera en que se suministra el nitrógeno (fertilización nitrogenada), ya que la forma nítrica tiende a alcalinizar el medio, en tanto que la forma amónica tiende a acidificarlo (SMITH, 1987).

También, las raíces producen ácidos orgánicos (SHEEN Y HSU, 1996) induciendo una acidificación del medio, y la liberación de CO2 de la respiración radical que contribuye elevar el pH. A manera de resumen de recomendaciones podemos enumerar:

1. En los cultivos de verano y/o horas de mayor luminosidad se debería regar a CE menores que en los de invierno y/o menor luminosidad. El caso anterior se puede perfeccionar incluyendo variaciones de la CE del riego en función de la radiación solar instantánea que recibe el cultivo. Los riegos que comiencen en las horas de elevada radiación (9:00 a 17:00 horas) incluirán la consigna de CE con un valor de 2,5 dS m-1 y los riegos que comiencen fuera de dicho período lo harán con una CE de 3,5 dS m-1 (SMITH, 1987).

2. Fertirregar a mayores CE cuando se quiera tender a un predominio de la parte productiva (entendiendo a estar por los frutos), cuando se quiera madurar más o más rápido los frutos. Esta recomendación es también válida cuando se quiera aumentar la calidad de producción (mayor presencia de azúcares, más sabor, etc.). Este mismo efecto se logra disminuyendo el número de riego.

3. Cuando en la zona de cultivo existan microclimas diferentes originados por cualquier condición de cultivo se deberá fertirregar y controlar independientemente, cada zona. En cualquier caso, si es posible, se debe fertirregar para el más desfavorecido cuando no exista posibilidad de sectorizar la superficie de cultivo.

Métodos de control del fertirriego

Los métodos de control del riego son, sea cual sea el método de riego elegido y generalizando, todas aquellas mediciones que corroboren que estamos cumpliendo los objetivos perseguidos. En la mayoría de los casos quedan resumidos en conocer las características del riego y del drenaje, tanto en volumen como sus características químicas en CE, pH y elementos químicos que por sus características o concentraciones sean limitantes para conseguir los objetivos perseguidos para el cultivo con la fertirrigación.

Para ello debemos disponer en la parcela de cultivo como mínimo de un goterio de control y una bandeja de drenaje. El gotero de control se utiliza para comprobar el funcionamiento del sistema de fertirrigación en su conjunto, es decir compara la programación teórica con la salida real que termina en la planta. Lo habitual es colocar un gotero idéntico al que va a las plantas de forma fija conectado a un recipiente que debe ser mas o menos hermético y protegido de la luz, con el fin de evitar la evaporación y el crecimiento de las algas y microorganismos (Foto 2).

La bandeja de drenaje recibe este nombre por su aspecto y función, ya que se adapta al contenedor del sustrato, recoge todo el drenaje de uno o dos contenedor (Foto 3).

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Foto 2. Gotero de control empleado en los cultivos sin suelo.

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Foto 3. Bandejas de drenaje empleadas para el control del riego en cultivo sin suelo detalle de los electrodos (derecha).

 

En general hay, o debiera de haber, una bandeja de drenaje por sector de riego, de forma que si se producen diferencias entre los sectores en el invernadero, se pueda fertirregar independientemente. El drenaje se canaliza hacia un cubo o recipiente que en general está enterrado en el suelo, con lo cual se evita tener que levantar la propia bandeja y las plantas que se cultivan muy por encima del resto de los contenedores (Foto 3) y de esta forma mantener las mismas condiciones de cultivo. A través del volumen así como su composición cualitativa (CE y pH) respecto a la disolución nutritiva de entrada se modifica la programación de su suministro, en esta programación juega un papel muy importante el estadio fenológico de la planta. Esta información, expresada normalmente a través del porcentaje de volumen drenado con relación a su proporción considerando al gotero de control, es la que gobierna la dotación (=volumen) y frecuencia (=número) de riegos a efectuar.

El volumen de drenaje debe registrarse con una frecuencia entre 1 y 3 días, incluso, es conveniente medir periódicamente la distribución del drenaje que corresponde a cada riego del día, con el fin de asegurar que, tanto el volumen aplicado por riego como la frecuencia, permitan obtener un reparto homogéneo a lo largo de la jornada. En realidad, la conductividad eléctrica (CE) del extracto del sustrato o la CE del drenaje sería más fiable como indicador del correcto manejo del fertirriego que el porcentaje de drenaje (Foto 4). Cuando la CE aumenta progresivamente a lo largo de los días, significa que la dosis de riego es insuficiente y no permite restablecer las condiciones estables en el sustrato, es necesario aumentar el volumen de riego hasta conseguirlas.

También podría condicionarse al contenido en el sustrato o en el drenaje de un elemento, tanto por una concentración que pudiera ser tóxica como por encontrase en valores excesivamente bajos, ambas formas son mas complicadas y poco prácticas para su aplicación directa y rápida. Resumiendo, si partimos de unas condiciones de cultivo frecuentes en el ámbito mediterráneo (aguas de alrededor de 1 dS m-1 y aportamos en torno a una unidad o unidad y media con fertilizantes), en general podremos establecer un drenaje medio del 25-35%, aproximadamente una CE del drenaje una unidad superior a la del riego, y un pH no superior (o inferior) a una unidad y media del programado.

 

Métodos de fertirriego

Clasificación

Como método de fertirrigación se define la forma escogida para enviar la orden del comienzo de riego (salto del riego) y la orden de dejar de regar (final del fertirriego), ambos determinan el volumen de fertirriego por unidad de contenedor. También se incluyen las características de los nutrientes y los parámetros de pH y CE de dicha disolución nutritiva. Los métodos de fertirriego tienen como finalidad determinar cuándo regar o sea la frecuencia de riego; y que cantidad de agua aplicar en un riego o dotación. A continuación se describen los métodos más extendidos:

Bandeja de riego a la demanda

Como sistema de fertirrigación relacionado con la cantidad de drenaje que controla la frecuencia de los riegos, se utiliza la llamada bandeja de riego por demanda (o bandeja de riego a la demanda). La bandeja se localiza en una zona intermedia de la superficie de cultivo que sea lo más representativa posible de todas las unidades restante que forman el sector.

La duración del ciclo de riego debe ser determinada de acuerdo con la capacidad de retención de agua del sustrato y a la proporción deseada de drenaje. La bandeja de riego a la demanda (Foto 5) consiste en una bandeja (o recipiente) que alberga una unidad de cultivo (dos o más), la bandeja canaliza el drenaje hacia un lateral de la misma donde hay dos electrodos que mantienen el circuito cerrado mientras existe un nivel de drenaje determinado.

El drenaje se va acumulando en un contenedor, y de este a su vez por capilaridad asciende a través de un fieltro (o manta) absorbente, que está en amplio contacto con el sustrato del contenedor. Cuando existe demanda de disolución por el cultivo (y no se repone por el riego) se toma de la acumulada en el contenedor, por ello cuando el nivel correspondiente de fluido desciende por debajo de un límite establecido, uno de los electrodos queda al aire por lo que el circuito está abierto y con ello la señal se transmite al ordenador, que se interpreta como la necesidad de un nuevo riego.

A través de la regulación de la altura de uno de los electrodos para que contacten con el líquido del drenaje y del número de veces que el ordenador comprueba si el circuito está abierto o cerrado se puede controlar o atender los requerimientos de riego del cultivo. Las bandejas de riego a la demanda deben estar cubiertas por una lámina plástica que evite la evaporación del drenaje.

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Foto 4. Control del la CE (izquierda) y pH (derecha) de la disolución nutritiva en una tabla de lana de roca.

 

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Foto 5. Bandeja de demanda empleada como método de riego en cultivo sin suelo (izquierda) y detalle de los electródos (derecha).

Radiación solar

Para aplicar este método es necesario conocer la correspondencia entre la radiación solar recibida y la transpiración potencial del cultivo. La utilización de la radiación solar para el seguimiento del riego es bastante precisa en invernaderos donde el resto de los parámetros climáticos no sufren grandes variaciones a lo largo del día. Se maneja el riego de forma que este comience a funcionar cuando se hayan acumulado una cantidad fija de radiación solar.

La dotación de cada riego variará según tipo y volumen de sustrato utilizado. También es importante a la hora de interpretar los datos recogidos tener en cuenta donde está localizado el sensor de radiación, teniendo que considerar el coeficiente de transmisividad del invernadero completo si está en el exterior. Existen múltiples estudios que enumeran diferentes valores de radiación solar para tomar las decisiones sobre el fertirriego (consignas de manejo) en función de la especie cultivada y los diferentes objetivos perseguidos (GRAVES, 1986; VAN LABEKE Y DAMBRE, 1998; PASCHOLD Y ZENGERLE, 1998; SALAS Y URRESTARAZU, 2001; SCHNITZLER et al., 1996). Se utiliza para determinar la frecuencia del riego. Cuando el programa de riego es controlado directamente desde las lecturas de un solarímetro obviamente las plantas no recibirán riegos durante las horas de oscuridad. En el caso de utilizar solarímetros es necesario combinar su acción al menos con los riegos a tiempos.

Riegos a tiempos

Consiste en utilizar un programador de reloj controlado manualmente donde se contabiliza el momento de inicio del riego y el tiempo de parada, por lo tanto el número de veces que activemos el programador fijará la frecuencia de riego. Comenzaremos estableciendo un tiempo de riego durante la noche, temprano por la mañana y tarde por la noche, y dos o tres durante las horas centrales del día de máximo consumo (SMITH, 1987), para posteriormente ayudados de las medidas de drenaje aumentar o disminuir el número de riegos. A modo orientativo existen estudios que reparten el consumo de agua en 25-35% entre las 8 y las 13 horas, 45-60% entre las 13 y las 19 horas y 10-25% después de las 19 horas (MICHELOT Y LORA, 1993), aunque existe una gran variación entre las especies y las variedades.

Como mayor inconveniente mencionamos que no es posible regar según consumo en tiempo real, pudiendo encontrarse el sustrato en ocasiones por debajo o por encima de los límites de humedad deseada en el sustrato, por lo que será necesario controlar el drenaje para, a partir de estos valores modificar la frecuencia de riego para mantener la consigna de control (drenaje).  

 

BIBLIOGRAFÍA

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