Sección: 27as jornadas de productos fitosanitarios

¿Qué es la agricultura y ganadería ecológica?

La producción ecológica (agrícola y ganadera), también llamada biológica, orgánica, biodinámica o biológico-dinámica, es un sistema productivo cuyo objetivo fundamental es la obtención de alimentos de máxima calidad en todos los aspectos, respetando el medio ambiente y conservando la fertilidad de la tierra y la diversidad de las especies, mediante la utilización óptima de los recursos y sin la ayuda de los productos químicos de síntesis, procurando así un desarrollo agrario duradero.

La agricultura y ganadería ecológica engloba todos los sistemas que promueven la producción sana y segura de alimentos y fibras textiles, desde el punto de vista ambiental, social y económico. Respetando las exigencias y capacidades naturales de las plantas, los animales y el paisaje.

Las bases de la producción ecológica se pueden centrar entre otras en:

- Una selección equilibrada de cultivos, para mantener la diversidad, respetando el sistema de rotación para conservar el suelo y la asociación de plantas que ayudan a combatir las plagas y enfermedades.

- Enriquecer la estructura del suelo y la fertilidad, utilizando la fertilización orgánica basada en estiércol, abonos orgánicos y minerales, sacando el máximo rendimiento de los propios recursos de la explotación.

- Equilibrar la carga ganadera con las prácticas agrícolas para un buen reciclaje, aprovechando los subproductos y autoabastecerse del estiércol necesario.

- Procurar emplear en el cultivo semillas autóctonas, mejor adaptadas a las condiciones locales.

- Evitar las formas de contaminación que puedan resultar de las técnicas agrícolas.

- Permitir que los agricultores y ganaderos obtengan una renta adecuada y realicen un trabajo gratificante, en un entorno laboral saludable.

- Crear un vínculo de apoyo mutuo entre productor y consumidor.

La agricultura y ganadería están reguladas por ley, según normativa comunitaria, Reglamento CEE 2092/91 del Consejo de 24 de junio de 1991 (DOCE 198 de 22/07/91). La calidad de los productos ecológicos está avalada por un sello oficial que es otorgado por el Comité de Agricultura Ecológica (CAE) en sus respectivas autonomías, y también por otros organismos de control y certificación homologados. Este sello supone una garantía de calidad ambiental durante el ciclo de vida del producto (fabricación, consumo y residuos) y de seguridad alimentaria.

Para la producción de alimentos bajo la denominación de ecológica no se debe emplear ninguna sustancia química, ni de síntesis. Además, los animales de los que se obtienen algunos alimentos, como carne, leche y huevos, han de ser alimentados con productos también biológicos.

La introducción de alternativas de producción puede contribuir de forma eficaz a la diversificación de la oferta, ofreciendo opciones que permitan al consumidor elegir otros productos con diferente valor añadido. La producción ecológica puede contribuir a evitar excedentes y a conseguir una cuota de mercado estable y en exclusiva, incorporando al sistema principios biológicos y los recursos locales.

 

Calidad agroalimentaria

La calidad de un alimento puede expresarse por medio de unos criterios de calidad.

En el caso de los productos en fresco, y sobre todo en el caso de frutas y verduras, estos criterios de calidad se pueden agrupar en tres grupos bien diferenciados:

- Criterios de calidad interna: sabor, olor, textura, y otros parámetros relacionados con su composición química (nutrientes y compuestos anutricionales, no deseados), que influyen de manera muy directa sobre los caracteres organolépticos.

- Criterios de apariencia: color, tamaño, forma, presencia o ausencia de defectos, y otros parámetros que influyan solamente en el aspecto externo del alimento.

- Criterios tecnológicos/comerciales: empaquetado, paletización, vida comercial útil, nivel de podrido en destino, enfermedades de mercado, etc.

El valor nutricional de los productos agroalimentarios o su concentración en nutrientes, se determina a través de su composición química. Esta composición nutricional es variable y depende de diferentes factores, entre ellos las técnicas de producción donde se incluye el potencial genético del producto vegetal o ganadero, así como del resto de factores que influyen en el sistema de producción.

Además, los distintos métodos y productos empleados en el proceso de postcosecha y elaboración pueden ser importantes y decisivos en la composición y calidad final del producto alimenticio. De la misma manera, la composición de compuestos no deseados en los alimentos o compuestos anutricionales, como pueden ser la concentración en nitratos y nitritos del material vegetal o la presencia de residuos fitosanitarios, de medicamentos y hormonas, de aditivos, etc. Dependerá exclusivamente de los sistemas productivos y de elaboración.

 

Producción ecológica versus convencional y seguridad alimentaria

El incremento de la producción agrícola en los últimos años ha sido grande, pero sus consecuencias no han resuelto el abastecimiento de las necesidades alimentarias de la creciente población mundial. En algunos latitudes incluso, se ha impuesto la reducción de la producción y en otros lugares la producción no ha servido para que la calidad de vida mejore. El problema no es la cantidad de alimentos producidos, sino su correcta y justa distribución.

La investigación agrícola se ha concentrado en el estudio del aumento de producción y la reducción de costes en el procesado de los alimentos y ha omitido los aspectos relacionados con el impacto ambiental, comercial, sociocultural o económico de las técnicas y modelos agrarios propuestos.

Los alimentos, no sólo están dejando de cumplir su finalidad de nutrir y por tanto, de generar salud, sino que además, desde cada vez más amplios sectores científicos, se ha empezado a denunciar los alimentos como causantes de las modernas enfermedades degenerativas.

La alarma social creada por algunas enfermedades transmitidas por los alimentos han convertido los temas de calidad y seguridad alimentaria en prioridades de la agenda política. A esta preocupación por la salud se añade la creciente sensibilidad de la opinión pública por las consecuencias negativas de la actividad agraria sobre el medio ambiente.

La exposición humana a los pesticidas es un hecho bien estudiado en los últimos años, existiendo información de los efectos agudos de estos productos en casos de intoxicación de trabajadores expuestos, pero no hay datos concluyentes sobre efectos a largo plazo. Tampoco son bien conocidas las consecuencias que tiene sobre el desarrollo y funcionalidad de diferentes órganos y sistemas, que abarca desde las alteraciones neurológicas, reproductivas, endocrinas o inmunológicas, hasta fracasos funcionales y alteraciones importantes del comportamiento. Son conocidos los trabajos sobre incidencia y mortalidad por cáncer en poblaciones agrícolas, cuyo riesgo es superior al resto de la población en general, para algunas localizaciones tumorales (cerebrales, cáncer de pulmón, ovario y próstata, los sarcomas de partes blandas y algunos tipos específicos de leucemia).

Resulta difícil establecer la causalidad entre exposición a un compuesto químico y el riesgo de padecimiento de cáncer. Los esfuerzos se han centrado en determinados compuestos químicos, como el DDT y se han olvidado de la infinidad de compuestos químicos con similares características, más difíciles de evaluar. El concepto de sinergismo o antagonismo, rara vez son tomados en cuenta en éstos estudios, debido a su dificultad en la ejecución.

Los abonos desequilibrados y la forma en que éstos se suministran al suelo, como sales solubles y no bajo forma orgánica, modifican profundamente la bioquímica de la planta. Por tanto, los abonos químicos alteran la composición de los alimentos. Los fertilizantes nitrogenados, reducen del contenido de materia seca por aumento de la cantidad de agua en el protoplasma celular.

El contenido de agua en los alimentos frescos por el empleo de abonos nitrogenados, puede variar entre el 5 y 30% más que en los alimentos ecológicos, así un aumento del 15%, implica que cada 7 kg de fruta u hortalizas producidas con agricultura convencional contienen 1 kg de agua más que los producidos ecológicamente. También disminuyen el contenido de vitamina C.

Además el empleo de fertilizantes de síntesis repercute sobre la calidad del producto durante su conservación, y pueden influir de forma importante en la producción de pérdidas durante el tiempo de almacenaje, debido a que un exceso de nitrógeno produce tejidos blandos con escaso niveles de materia seca.

Los fertilizantes potásicos afectan a la composición de las plantas al reducir el contenido de magnesio, por existir un antagonismo con el potasio, y también provocar la disminución de calcio y otros oligoelementos. Los abonos fosfatados reducen el contenido en carotenos (provitamina A).

La alimentación basada en productos ecológicos, mucho más sanos y de menor impacto ambiental, constituye una alternativa a la alimentación convencional, en la que los alimentos sufren una desnaturalización progresiva que hace peligrar la salud de los consumidores, al tiempo que los residuos tóxicos y la erosión física y biológica hacen mella en los ecosistemas.

Los métodos de producción ecológica (agrícola y ganadera) implican importantes restricciones en la utilización de productos químicos de síntesis que deben dar lugar a la ausencia de residuos de este origen en los alimentos obtenidos.

Las principales prácticas contra los agentes nocivos en agricultura ecológica consisten en mantener y favorecer la presencia de fauna auxiliar y mantener la población de los agentes nocivos en unos niveles determinados económicamente aceptables, sin pretender su eliminación, con ello se limitan los riesgos de presencia de residuos de fitosanitarios en los alimentos y la contaminación del entorno.

La producción de alimentos ecológicos, simboliza muchos de los aspectos fundamentales que conducen a los consumidores a decidirse por la comida y el consumo ecológico, como son la preocupación por la presencia de residuos de productos fitosanitarios, el deseo de contribuir y apoyar la existencia de sistemas de agricultura sostenible, o el conocimiento de que los alimentos de producción ecológica pueden contribuir a un mejor conocimiento de lo que se come y de qué forma repercute en cuestiones de salud, seguridad, nutrición y palatabilidad.

El abuso de los fertilizantes nitrogenados de síntesis en agricultura convencional puede provocar la presencia de residuos en vegetales y si se acumulan en grandes cantidades pueden tener efectos cancerígenos. Otras consecuencias de la utilización de abonos nitrogenados son el aumento del contenido en proteínas en la planta, pero de menor valor biológico, disminución de la cantidad de oligoelementos, menor conservación de los productos, debido al aumento de la cantidad de agua de los mismos, y disminución de la resistencia frente a plagas y enfermedades de los cultivos. La acumulación de nitratos en el suelo y en los alimentos también es debida a un excesivo abonado con nitrógeno.

En este sentido, las técnicas de producción ecológicas y la asociación de cultivos son favorables para producir hortalizas con baja concentración de nitratos, especialmente en cultivos de invierno y con las condiciones ambientales del litoral mediterráneo.

En lo que respecta a la toxicidad a través de los alimentos, una dieta basada en alimentos producidos ecológicamente con menor riesgo de contaminación, puede ayudar considerablemente a disminuir el problema de la acumulación de los residuos de plaguicidas.

Comprar Revista Phytoma 172 - OCTUBRE 2005