Según datos oficiales de este mismo año, son 300.000 las hectáreas dedicadas al cultivo de hortalizas, sin contar las que hacen coles y lechugas, pues no se disponen de dichos datos; tomates y pimientos han visto aumentar las superficies destinadas a su producción, tanto para el consumo en fresco como el que va a la industria. Por el contrario, baja el ajo y los espárragos, y muy ligeramente los guisantes verdes y la coliflor.

¿Y cuál es así la superficie que destina Almería a la producción del conjunto de hortalizas y otros productos del campo, aprovechando la acción de las 2.901 horas de sol que acarician sus tierras, tan yertas antaño, para alcanzar una producción agrícola en 2004 que tuvo su reflejo económico en la cantidad de más de 2.000 millones para su riqueza hortofrutícola?

Quienes hemos conocido Almería hace 50 años, concretamente el firmante estuvo por vez primera en ella, en Viator, tras la caída de Málaga durante la Guerra Civil española, es para darse golpes en los ojos al contemplar "el mar de plástico" que ha permitido el trascendental cambio de sus tierras, merced al cultivo a la vez con materias inertes, que es la riqueza que acumulan sus tierras en la actualidad. Lejos queda aquella visión de sus producciones de uva, cuya exportación se realizaba en barricas de madera y serrín, así como las pocas naranjas blancas comunes que en no mucho tonelaje festoneaban en pequeña parte sus áridas tierras. Hoy día, Almería es parte esencial de ese total de producción hortofrutícola española que llega a señorear, sobre todo, los mercados de toda Europa. Pocas zonas de nuestro país hay que aprecien tanto como los almerienses la caricia del agua, razón que llevó a sus habitantes a la búsqueda de solución a la propia riqueza colectiva.

Se ha hablado de milagro. Pero este es un milagro de las personas, de las gentes que vieron un camino inexplorado y cedieron a la necesidad y el deseo de mejorar el conjunto de la vida social y económica. Así, hoy día Almería se encuentra en el primer término del cambio suscitado en el conjunto de nuestro país, acrecentado más tarde por nuestra incorporación a la Unión Europea, confirmando lo realizado.

Un punto más alcanzado es la llegada del turismo en su día, que amplió las posibilidades de vida en el conjunto. Porque ello llevó al conocimiento del atractivo de sus costas con ese Cabo de Gata y otras tal como el Valle del Nacimiento, sin dejar de lado el impacto de Mojacar. Es esta una manera seria, callada y responsable de hacer Patria, sin alharacas y grandes gritos, sino muy quijotescamente.

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