En 2006 entró en vigor plenamente la nueva Política Agrícola Común (PAC) basada en esencia en un cierto desmantelamiento de las medidas de regulación e intervención en los mercados, en desvincular de la producción una parte muy importante de las ayudas agrarias y en la puesta en funcionamiento del régimen de pago único.

Con esos elementos puestos y regulados en forma de Reglamentos comunitarios y Reales Decretos, las subvenciones agrícolas tienen ahora mucho menos que ver con lo que producimos; y las primas a la hectárea o a la cabeza de ganado se han transformado en derechos de pago único que tienen entidad propia, un valor en si mismos y un número de identificación que los distingue a unos de otros; que se pueden activar, con alguna condición, en cualquier parcela; y que se pueden comprar, vender o enajenar independientemente de la tierra o de los animales. Pasar de cobrar por producir a esta nueva concepción de la PAC no es algo que todos los agricultores hayamos asimilado todavía y que, en cualquier caso, para nadie del sector ha sido fácil.

 

Una PAC cada vez más complicada

Pero, además, es que se han cumplido las peores sospechas que ya manifestamos muchos agricultores cuando se planteó esta Reforma desde Bruselas: que lejos de hacer una PAC más simple, esto iba a ser mucho más complicado para nosotros y para la propia administración; que la casuística existente en el campo español iba a generar una extraordinaria cantidad de incidencias y que, después de ponerlo todo otra vez patas arriba (llevamos 5 reformas desde el 92) se iban a quedar sin resolver los dos principales problemas -al menos para COAG-IR lo son- que viene arrastrando la PAC desde largo y que consisten en no discriminar en sus medidas de apoyo entre agricultores profesionales y productores que no viven de esto y en que la mayor parte de las ayudas siguen acaparándolas una pequeña parte de los beneficiarios. Cuando era Comisario de Agricultura el irlandés McSharry (han pasado 15 años desde entonces) ya se decía que el 80% de las ayudas se quedaba en manos del 20% de los productores. A pesar de todos los cambios que ha sufrido la PAC desde entonces, esa afirmación sigue teniendo hoy plena vigencia.

Tal y como aventuramos que pasaría, ahora mismo sigue habiendo incidencias sin resolver de los expedientes de solicitud unificada del año pasado; aún se detectan errores por solventar tanto en la asignación individual de los derechos de pago único, como en el reparto de derechos de la Reserva y, si bien es cierto que se ha distribuido ya una gran parte del dinero (aunque que la reglamentación permitiría alargar el pago hasta junio), no todos hemos cobrado las ayudas que nos corresponden. Todavía renqueamos del 2006 y ya nos metemos en la campaña del 2007 habiéndonos comido más de un mes del plazo de presentación de la Solicitud Unificada de la PAC sin que el programa informático estuviera a pleno funcionamiento. Nos consta en la mayoría de los casos el buen hacer de los funcionarios, que se rebullen entre tanto papeleo, encorsetados por una normativa y un procedimiento muy rígidos y limitados por la insuficiencia de medios? pero al final quien resulta perjudicado por las deficiencias del proceso es el agricultor y el ganadero.

 

Reformar la reforma de la reforma

Y así estamos. No se nos ha pasado el dolor de cabeza de la resaca de la pasada Reforma de la PAC cuando la Comisaria Fischer insiste en meterse otra vez en obras. Estaba pactado por la U E que en el 2008 se iban a revisar los efectos de las decisiones tomadas en el marco de la nueva PAC (lo que se ha dado en llamar "chequeo médico") y que en función del resultado de los análisis se propondrían algunos ajustes para mejorar el sistema. Sin embargo, lo del "chequeo médico" amenaza con convertirse en otra operación a corazón abierto. Fischer quiere ir hacer una única organización común de mercado para todos los sectores (21 productos); llegar hasta el desacoplamiento total de las ayudas; eliminar las cuotas y derechos de producción; aumentar los recortes de las ayudas por modulación para pasar fondos al desarrollo rural; limitar el volumen de ayudas por beneficiario; implantar un único tipo de derechos de pago único?

En definitiva, dice la Comisaria, hacer una simplificación de la PAC para permitir que el agricultor oriente su explotación al mercado y no a las subvenciones? y es entonces, al escuchar estos argumentos, cuando a los agricultores profesionales, nos entra la flojera de piernas. Porque la experiencia nos dice que las simplificaciones pasadas siempre se han traducido en más burocracia y menos ayudas y porque, las reglas del mercado al que nos recomiendan que debemos orientar nuestra producción están mediatizadas por los acuerdos internacionales asumidos por la U E en el seno de la Organización Mundial del Comercio y por la situación de dominancia que en los mercados ostentan los grandes operadores de la distribución.

 

¿A quién se quiere beneficiar?

Es la propia Unión Europea la que resta credibilidad a sus políticas agrarias convirtiéndolas en una juego de trileros en las que nos deja ver por un momento la carta del mercado, para esconderla después rápidamente desmantelando los mecanismos que deberían mantener el equilibrio en el comercio interior de productos agrícolas, sin tener ni siquiera en consideración que las condiciones productivas en el seno de la U E no tienen nada que ver en cuanto a garantías sociales, impuestos, costes y exigencias de control, con las que se dan en los países terceros que son nuestros directos competidores.

Y, por otro lado, también han sido en parte las políticas de fomento de la concentración llevadas a cabo por la Unión Europea las que han encumbrado a las grandes empresas de distribución hasta la posición hegemónica de la que hoy disfrutan en la cadena comercial. Una posición hegemónica desde la que llevan a cabo prácticas, muchas veces abusivas, que privan al productor de su legítima participación en el valor añadido de los productos agrarios y agroalimentarios y al consumidor de beneficiarse de unos precios más asequibles.

Efectivamente, sería deseable (y es necesario) que los agricultores trabajemos en las explotaciones con el punto de mira más puesto en los mercados que en el Boletín Oficial del Estado (aunque en realidad, los que vivimos de la agricultura no perdemos de vista ninguna de las dos cosas a riesgo de acabar padeciendo estrabismo). La mayor responsabilidad sobre lo que nos depare el futuro cae de nuestro lado. De nosotros depende estar mejor formados y más informados.

En nuestras manos está promocionar la profesionalización y la empresarialización (y discúlpenme el palabro) de nuestras cooperativas y de nuestras organizaciones de productores. Somos nosotros los que tenemos que buscar los caminos para llegar hasta los consumidores ahorrándonos eslabones intermedios en la cadena. Pero desde luego ayudaría bastante el que desde la Política Agrícola Común, nos proporcionaran al menos un marco razonablemente estable en el que poder planificar la estructura y la productividad de nuestras explotaciones y de nuestras empresas asociativas.

 

Puesto en coplas

En ese marco estable las ayudas agrarias son imprescindibles, no tanto por una cuestión de obligada generosidad con un sector deprimido y en reconversión; no por solidaridad con el colectivo de agricultores y ganaderos (aunque no olvidemos que la renta agraria está todavía en el 60% de la media del resto de sectores)? sino porque esas ayudas contribuyen a mantener un modelo de hacer agricultura que garantiza al ciudadano europeo muchas cosas que no le asegura la agricultura importada de terceros países, en los que el nivel de exigencias (si es que existen) es mucho menor en cuanto a: calidad, sanidad, seguridad alimentaria, respeto a los derechos humanos, coberturas sociales, bienestar animal, protección del entorno medioambiental, gestión del territorio y fijación de población rural, contribución a la conservación de elementos culturales propios, información al consumidor? y póngale ustedes todos los etcéteras que gusten.

La PAC y sus ayudas son instrumentos a los que la Unión Europea no puede renunciar (como tampoco renuncia Estados Unidos a su Farm Bill, cuyas propuestas de reforzamiento ha presentado recientemente) y eso es algo que no conviene que olviden, ni esta sociedad ni quienes la gobiernan, cuando hasta la propia existencia de una Política Agraria Común está siendo puesta en cuestión.

Nosotros los agricultores es algo que, por más pegas que le pongamos, no podemos permitirnos el lujo de olvidar cuando nuestras rentas dependen en cerca de un 30% de las subvenciones (y hasta más de un 40% en Castilla-La Mancha). Para nosotros la PAC es como decían los maestros León, Quintero y Quiroga en la copla famosa? "Eres mi vida y mi muerte, te lo juro compañero. No debía de quererte? no debía de quererte? y, sin embargo, te quiero".

Comprar Revista Phytoma 189 - MAYO 2007