Después de 22 años de cultivo a gran escala con resultados satisfactorios, las variedades MG (modificadas genéticamente, a menudo con algunos genes de otros organismos) parecen consolidadas en aquellos países que han autorizado su empleo. Las mejoras con técnicas MG son muy precisas respecto a los genes insertados, pero hasta hace poco la ubicación de los nuevos genes –como ocurre con las mutaciones clásicas- no podía predecirse y hacía necesaria su caracterización a posteriori.

El lugar preciso de la inserción de los genes puede ahora predecirse con las técnicas de edición de genes (también conocidas como CRISPR), en cuyo descubrimiento tuvo mucho que ver el Dr. Mojica, de la Universidad de Alicante, y que prometen traer importantes beneficios en salud humana y otras aplicaciones.

La edición de genes puede también aplicarse para la mejora de plantas, incluso añadiendo o eliminando exclusivamente genes de la misma especie con una máxima precisión. Así lo han entendido las autoridades de países como Estados Unidos y Japón, que valoran los resultados de la mejora con mayor prioridad y atención que las técnicas de mejora empleadas. En la Unión Europea, sin embargo, el empleo de las técnicas de edición de genes se ha encontrado con una oposición similar a la sufrida con las variedades MG. De hecho, se planteó en Francia una decisión prejudicial que ha terminado en una sentencia del Tribunal de Justicia europeo con la publicación de una sentencia que obliga a evaluar (ver Directiva 2001/18/CE) las variedades obtenidas por edición de genes como si fueran MG.

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