Al comienzo de esta crisis económica que no termina de marcharse, Pérez Orive publicó un libro –‘La España que quisiéramos ser. Petrarca y el Yondelis’– donde nos desvela con ejemplos la extraordinaria capacidad que tenemos los españoles para innovar, crear empresas y situarlas entre las mejores del mundo. Empresas del ámbito de la banca, la moda, las comunicaciones, la ingeniería, navales… llevan la marca ‘España’; pero, sobre todo, lo que nos cuenta pormenorizadamente Pérez Orive es cómo la compañía española Zeltia, haciendo investigación con especies animales del fondo del mar, ha descubierto la trabectedina en el invertebrado Ecteinascidia turbinata, una sustancia con excelente actividad antitumoral que, con el nombre comercial de Yondelis, está autorizada contra el cáncer en más de ochenta países.

Ese afán por encontrar en los animales sustancias con interés medicinal o industrial es antiguo como nuestra civilización. En su comienzo, hace más de 5.000 años, los sumerios descubrieron la utilidad de la cochinilla de las quercineas para producir el carmín, colorante que se obtiene del procesado físico del insecto y con el cual se teñían telas, pinturas e incluso medicinas. En España hay documentos que describen la explotación de este insecto hace más de 2.000 años –Según Estrabon, la grana Kermes recogida de la coscoja era utilizada para teñir las púrpuras de los emperadores y generales, siendo la más estimada la de Emerita Augusta–.  

Otra cochinilla –Dactylopius coccus– era utilizada en México antes de la llegada de los españoles a América. Estos descubrieron cómo los aztecas extraían un tinte rojo de un insecto –cochinilla harinosa– que vivía en los cactus (Opuntia ficus-indica). El carmín que se obtiene del procesado de esta cochinilla es más intenso y duradero que el que se consigue de Kermes vermilio, por lo que la cría de D. coccus se extendió y, después de los metales preciosos, el carmín producido llegó a ser el producto de más valor que desde América llegaba a España.

Hay muchos más ejemplos que muestran el interés de los insectos como productores de sustancias para la industria o medicina: el empleo de ‘la mosca española’ –Lytta vesicatoria–es descrito por Plinio por sus propiedades medicinales y recetado por los facultativos hasta bien entrado el siglo XX; pero el paradigma de una industria derivada de la cría de insectos es la del ‘gusano de seda’, Bombyx mori, fitófago específico de la morera.

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