En la actualidad nuestra sociedad, y especialmente determinados grupos de presión que forman parte de ella, adolecen de una memoria histórica, sobre todo en determinados temas relacionados con la escasez de alimentos y el papel desempeñado por la química agrícola para corregir las hambrunas de una Europa dependiente de las producciones de otros continentes.

Afortunadamente en estos tiempos que nos ha tocado vivir, nuestras generaciones bien nutridas, despilfarradoras y con sus despensas llenas de alimentos de extraordinaria calidad, sanos, seguros y a unos precios más que asequibles, desconocen el papel que supuso la química agrícola en la denominada Revolución Verde acontecida y propulsada por las distintas autoridades europeas; tras una segunda guerra mundial donde la agricultura sufrió graves devastaciones que provoco un fuerte retroceso de la producción agrícola europea.

Así, diversos estados europeos diseñaron políticas agrarias orientadas hacia la modernización de su sector agrario e incrementar su producción con el objeto de evitar la dependencia de las importaciones cerealistas desde el continente americano. Siendo el punto de partida de las políticas de investigación, formación y de apoyo a las nuevas tecnologías en el sector agrario; donde los fertilizantes y los productos fitosanitarios tuvieron un papel predominante.

Esta necesidad prioritaria en facilitar alimentos básicos a la población olvido los afectos negativos que esta revolución podría ocasionar sobre el medio ambiente y en la salud de las personas, cuestión que se vio favorecida en una política agrícola totalmente individualista y desestructurada.

Con los inicios de la Comunidad Económica Europea se adquiere una visión más crítica respecto a los productos fitosanitarios mal llamados pesticidas, pero siempre reconociendo la importancia de los mismos y de su necesidad para el fortalecimiento de la política agraria comunitaria.

Prueba de ello eran los criterios que se aplicaban entre los Estados Miembros a la hora del registro de los productos fitosanitarios, los cuales estaban condicionados a la política agraria de cada estado. Esta falta de homogeneidad en los procedimientos de evaluación y registro, dio lugar a la publicación de la Directiva 91/414 relativa a la comercialización de productos fitosanitarios que perseguía unos objetivos esenciales para homogenizar las legislaciones nacionales sobre normalización y homologación de los sistemas de registro y su comercialización.

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