Los hongos entomopatógenos (HE) tienen una serie de características propias como su modo de acción único mediante la penetración directa a través de la cutícula, su fácil producción en masa, y sus nuevos roles ecológicos como endófitos y/o promotores del crecimiento de las plantas, que los sitúan como una gran alternativa a los insecticidas químicos de síntesis. Recientemente se ha demostrado que los HE pueden matar a su hospedante sin necesidad de que se inicie el proceso de infección por la vía tegumentaria. En este caso, su ciclo de patogénesis se complica con el estrés del insecto como un nuevo elemento y como consecuencia de la activación de redes de respuesta en el mismo. Este artículo profundiza en los nuevos descubrimientos relacionados con el modo de acción y papel de los HE como bioinsecticidas.

Los hongos entomopatógenos (HE) están presentes de forma natural en las poblaciones de insectos que regulan, en el suelo, en las plantas -tanto en el filoplano, en la rizosfera o como endófitos- y en el aire (Aira y col., 2007; Garrido-Jurado y col., 2015; Goettel y col., 2005; Quesada-Moraga y col., 2007; 2014). Estos están unidos de manera intrínseca a sus hospedantes, en un proceso de continua coevolución que hace que estén adaptados a vivir a expensas de éstos, de los que obtienen la energía necesaria para su desarrollo (Roy y col., 2006). La mayor parte de las especies de HE pertenecen a las divisiones Blastocladiomycota, Entomophthoromycota y Ascomycota, si bien, son los de la división Ascomycota, en especial los del Orden Hypocreales, los más empleados como micoinsecticidas por su facilidad de producción a gran escala (Quesada-Moraga y Santiago-Álvarez, 2008). Aunque hay más de 700 especies de HE, la mayoría de estas pertenecen solo a unos pocos géneros. Algunos de ellos son base de micoinsecticidas desarrollados para el control de una gran variedad de plagas agrícolas, forestales, de productos almacenados o sinantrópicas. En la actualidad hay alrededor de treinta formulaciones de estos agentes fúngicos de control biológico comercializadas en el mundo, con trece especies fúngicas como materias activas, si bien el 80% de ellas se basan en los géneros Beauveria y Metarhizium.

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