Celebrar los aniversarios de los hechos significativos de la vida es recomendable para valorar cómo evolucionamos. Ahora hace doscientos años que se publicó en España el primer libro de sanidad vegetal con criterios científicos, y aunque el progreso de esta ha sido incuestionable, no siempre ha sido constante.

A comienzos del siglo XIX, los franceses nos dejaron el país ‘hecho unos zorros’. Aprovechando el desastre se independizaron los territorios de ultramar y se nos hundió la Hacienda pública y, con el regreso del ‘rey felón’, los intelectuales que habían sobrevivido a la hecatombe de la guerra tuvieron que huir o fueron ajusticiados. España se convirtió en un páramo de ciencia y tecnología, y las plagas de langosta y las enfermedades de la vid, por eso de que ‘las desgracias nunca vienen solas’, colmaron aquellas desgracias; pero los españoles, como si hubieran oído la voz evangélica: ‘Lázaro, levántate y anda’, resurgieron, y ahora podemos comprobar que científicos como Martínez Robles, Blanco Fernández, López y Ramos, etc., fueron capaces de editar obras sobre sanidad vegetal en sintonía con las obras de los científicos más prestigiosos de aquel tiempo –De Bary, De Candolle, Prevost, Tillet, Tulasne, etc–.

Este año se celebra también en Aragón y Extremadura el cincuenta aniversario de los primeros Boletines de avisos para el control de las plagas y enfermedades de los vegetales, publicaciones de una extraordinaria importancia económica y ecológica que añaden un gran valor a la historia de la sanidad vegetal española, en la cual hay hechos que parecen sacados de una novela de aventuras.

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