La gestión actual de los espacios verdes públicos afronta un cambio de paradigma relacionado con la conformación de una infraestructura verde que favorezca ciudades más saludables ante el reto del cambio climático mediante el uso sostenible de productos fitosanitarios, la gestión basada en métodos no químicos, el fomento de la biodiversidad urbana, y la naturalización de las ciudades.
La creación de un marco de acción con leyes que regulan un uso sostenible de los productos químicos en tratamientos fitosanitarios, con normas europeas más restrictivas sobre la utilización de los mismos en el control de plagas y la vegetación espontanea, ha resultado en la trasposición al marco legal español explicita que la gestión profesional de las plagas de los vegetales se realizará mediante prácticas con bajo consumo de productos fitosanitarios y dando prioridad a los métodos no químicos con menores riesgos para la salud humana y el medio ambiente.
La incorporación de las Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) fomenta estas medidas con una mejora continua del ambiente urbano, introduciendo la naturaleza en nuevos espacios de oportunidad y fomentando la biodiversidad urbana.

Una de las tareas de mantenimiento del verde urbano más conocidas y controvertidas es la aplicación de productos químicos para la eliminación de plagas y enfermedades.
Desafortunadamente, los fitosanitarios no sólo tienen efectos sobre los organismos que se proponen combatir: también pueden afectar a otros seres vivos, a los propios aplicadores y a los ciudadanos. Los medios químicos no discriminan, por lo que eliminan los insectos que nos perjudican pero también a sus depredadores naturales, los cuales nos benefician y ayudan de manera natural a controlar las plagas. Esta indiscriminación genera un vacio ecológico y rompe el equilibrio natural propio de cualquier ecosistema, empezando por el verde urbano.
A largo plazo, el control de plagas mediante tratamientos fitosanitarios conlleva la aparición de resistencias, el recrudecimiento de las plagas tratadas y la aparición de plagas secundarias, lo que deriva en una espiral química. A su vez, los residuos y contaminantes generados por este uso intensivo conllevan riesgos para la salud de las personas y el medio ambiente.

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