La simbiosis micorrícica (asociación entre un hongo del suelo y una raíz vegetal) domina desde hace millones de años los sistemas terrestres y es un buen ejemplo de innovación, cooperación y sinergia entre organismos. Esta relación permite un intercambio bilateral de nutrientes para mutuo beneficio y cada día se acepta más la micorriza como el estado normal de la mayoría de las plantas que se cultivan en los agrosistemas y ecosistemas de todo el mundo.
Desde un punto de vista práctico, la mayoría de los cultivos agrícolas tienen un hábito micotrófico considerable y son capaces de beneficiarse de la simbiosis micorrícica. Se puede esperar, por lo tanto, mejorar su desarrollo y su salud si existieran en los sistemas de producción hongos formadores de micorrizas funcionalmente compatibles y disponibles para colonizar el sistema radical de las plantas. Un buen conocimiento de su naturaleza y su limites, facilitaría la aplicación de estos hongos en los sistemas de producción de plantas y contribuiría a la salud y fertilidad de los cultivos.
Tanto los cultivos anuales como los cereales y legumbres herbáceas, como los cultivos de verduras, árboles o arbustos frutales de zonas templadas, cultivos de plantaciones tropicales, ornamentales, aromáticas, cultivos forestales, etc., son susceptibles de beneficiarse de la micorrización. Algunas especies, suelen mostrar un grado considerable de dependencia micotrófica, y su óptimo desarrollo depende por tanto de un pronto establecimiento de la simbiosis micorrícica.


Cuando las primeras fases de los cultivos se realizan en condiciones vivero, es factible inocular durante la siembra o el estaquillado, o en los primeros momentos de la fase post vitro si se trata de plantas micropropagadas, garantizando así que la plántula se beneficie de la simbiosis desde los primeros momentos y que posteriormente puede seguir desarrollando la asociación durante la fase de campo.
Solo cuando las poblaciones de hongos simbiontes no estuvieran presentes de modo natural, por haber sido eliminadas por prácticas agrícolas o cuando la que permanezca sea poco efectiva, se debe considerar la posibilidad de introducir un hongo seleccionado. En estos casos, antes de aplicar cualquier inoculante habría que considerar las características del suelo y de los cultivos a desarrollar y plantearse las razones de la pérdida de potencial micorrícico del agrosistema. Es oportuno realizar análisis para determinar el potencial micorrícico natural y los contenidos en fósforo (P) asimilable del suelo de destino para confirmar que la inoculación micorrícica es aconsejable y garantizar alguna posibilidad de éxito en la introducción de nuevas cepas.

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