El almendro ha experimentado una importante transformación agronómica en las últimas décadas causada fundamentalmente por la tecnificación del cultivo (incorporación de variedades tardías más productivas, sistemas de producción intensiva, mecanización, etc.), lo que ha originado un importante aumento de la superficie dedicada a este fruto seco en nuestro país. Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a la aparición de nuevos retos y amenazas fitosanitarias relacionados fundamentalmente con el cambio climático, la sensibilidad varietal, las restricciones de fitosanitarios y los nuevos sistemas de producción en ecológico, que ponen en riesgo la sostenibilidad y rentabilidad de este cultivo tradicional y de alto valor económico, social y paisajístico del sureste español. Entre ellos destaca la expansión de plagas tan peligrosas como la avispilla (Eurytoma amygdali Enderlein) y la emergencia de algunas plagas consideradas habitualmente secundarias (Monosteria unicostata Mulsant & Rey, Bryobia rubriocolus Scheuten, Pterochloroides persicae Kholodkovskii, Solenostethium lynceum Fabricius, etc.), que se han convertido en una gran preocupación para el sector debido a los daños y pérdidas de producción que ocasionan. Ante esta situación, es fundamental rediseñar los programas fitosanitarios actuales, adaptándolos a las diferentes zonas geográficas y condiciones de cultivo.

Hasta hace pocos años, el almendro era considerado un cultivo extensivo de zonas marginales de secano limitado por las malas condiciones edafoclimáticas, predominando el uso de variedades tradicionales autoincompatibles y poco productivas. Sin embargo, durante las últimas décadas este cultivo ha experimentado una importante transformación debido fundamentalmente a la incorporación de nuevas variedades autofértiles de floraciones tardías y más productivas, así como de sistemas de producción intensiva en zonas de regadío que permiten un elevado nivel de mecanización y una mayor rentabilidad. Estos avances tecnológicos, junto con el incremento de la demanda y del valor comercial de la almendra, se han traducido en un importante aumento en la superficie dedicada a este fruto seco, alcanzando en la actualidad cerca de 762.000 hectáreas en nuestro país, de las que un 21% se encuentran en producción ecológica, y una producción anual que ronda las 264.000 toneladas de almendra en cáscara (MAPA, 2024). La mayor parte de la superficie de almendro se localiza en regiones próximas a la costa mediterránea (Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia y Cataluña), pero también en algunas regiones del interior (Castilla La Mancha, Aragón y Extremadura).

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