El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha concedido en la Comunidad Valenciana la autorización excepcional para la aplicación por medios aéreos de los productos fitosanitarios formulados a base de azoxistrobin 20% y difenoconazol 12,5% [SC] contra la piricularia, la enfermedad con mayor incidencia en el cultivo del arroz.

El porte del cultivo en su fase final, en el que se encuentra actualmente, no permite la aplicación terrestre de fungicidas, ya que provocaría graves daños en el mismo. Por este motivo, la Dirección General de Agricultura de la Comunidad Valenciana ha solicitado disponer de fitosanitarios que se encuentren autorizados para su aplicación aérea contra Pyricularia oryzae, hongo causante de esta enfermedad.

La autorización, que concluye el 30 de septiembre, incluye a una decena de municipios arroceros: Albal, Alfafar, Catarroja, Cullera, Sedavi, Silla, Sollana, Sueca, Valencia y Pego. Agricultura permite hasta un máximo de dos aplicaciones, siempre que la dimensión de la parcela a tratar tenga un máximo de 2 ha y un tiempo mínimo de cierre de tres días. El intervalo entre ambas aplicaciones debe ser al menos de quince días, y el plazo de seguridad del fungicida, 28.

La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) ha manifestado su preocupación por que el ministerio solo permita, de modo excepcional, sustancias que llevan estrobirulinas, que “amenazan con generar resistencias”, por lo que exige la autorización de otras materias activas que sí están permitidas en países terceros.

Dentro de esta única autorización, AVA-ASAJA también lamenta la “limitación absurda y sin fundamento científico” que prohíbe realizar un segundo tratamiento contra la piricularia en los campos que tienen más de dos hectáreas: “La superficie de la parcela no debería tener nada que ver con la eficacia del tratamiento. Esta medida arbitraria lo único que hace es dejar fuera de la segunda aplicación a las explotaciones más grandes sin ningún razonamiento objetivo”, denuncia Cristóbal Aguado, presidente de la asociación, que reivindica ante las administraciones que el uso de los drones no sea considerado como tratamiento aéreo para facilitar las aplicaciones de manera rápida, económica y eficiente, ya que permiten “abarcar todo tipo de arrozales, incluyendo aquellos donde, al estar inundados en zonas más bajas y tener menos perfil de tierra, no siempre es posible entrar con equipos terrestres”. Precisamente, promover su uso es el objetivo del proyecto DRONSafe, en el que participa AVA-ASAJA.

Agricultura permite hasta dos aplicaciones, siempre que la dimensión de la parcela a tratar tenga un máximo de 2 ha y un tiempo mínimo de cierre de tres días

La piricularia afecta a todas las partes de la planta: hojas, nudos, cuello de la panícula y panícula. El inóculo permanece en restos del cultivo anterior o en otras gramíneas que le sirven de hospedantes. La infección se inicia cuando se dan condiciones favorables para su desarrollo: humedades elevadas (>90%) y temperaturas entre 15 ºC y 28ºC durante 14 horas seguidas. El rocío, la lluvia y el viento húmedo provocan la emisión de esporas y su dispersión.

Los primeros síntomas aparecen en las partes bajas y posteriormente se observan en otras partes de la planta. En las hojas se ven unas pequeñas manchas en forma de puntos que evolucionan hacia lesiones de aspecto alargado, con el centro de una tonalidad grisácea y el borde más oscuro; varias manchas pueden llegar a unirse y secar completamente la hoja afectada. La planta renueva las hojas y sigue vegetando. En los tallos se aprecia decoloración y en los nudos aparecen necrosis de color pardo oscuro. Cuando la infección se inicia en un nudo, la parte superior de la planta se seca; esta zona suele ser un punto de rotura de la caña.

En espiga, puede provocar lesiones que impiden que los granos se formen correctamente. La lesión más importante se produce en el cuello de la panícula y afecta directamente a la producción. Si la infección es temprana, la espiga emerge totalmente blanca y erecta porque los granos están vacíos.

La intensidad de los daños varía en función de diversos factores, como la susceptibilidad de la variedad, el estado de desarrollo de la planta, las condiciones climáticas y el exceso de abonado nitrogenado, así como la procedencia y la sanidad de la semilla empleada.

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