Los servicios de sanidad vegetal de Andalucía y la Región de Murcia han constatado que las temperaturas registradas en las últimas semanas están favoreciendo el desarrollo de Tuta absoluta, especialmente en los cultivos primaverales de tomate de reciente plantación, donde aún no se ha introducido el control biológico con Nesidiocoris tenuis.
Para lograr un control eficaz de esta plaga, es imprescindible aplicar estrategias de control biológico, complementadas con prácticas culturales, como el uso de cerramientos, trampas de feromonas, eliminación de restos vegetales y órganos dañados, así como la aplicación puntual de tratamientos químicos.
En la Región de Murcia, Sanidad Vegetal incide en la importancia de posicionar adecuadamente las aplicaciones fitosanitarias en función a la evolución de la plaga en cada parcela. “En este sentido, hay que intentar llevar bien controlada la plaga desde los estados más jóvenes de la plantación, evitando que se descontrole en algún momento. Ello no implica realizar tratamientos intensivos sobre el cultivo, sino posicionarlos adecuadamente, realizando secuencias, habitualmente, de dos productos específicos, con las cadencias adaptadas al ciclo de la plaga, y finalizando la secuencia con una o dos aplicaciones de un Bacillus o azadiractina, en función de la presencia de auxiliares”.
Además de posicionar adecuadamente los tratamientos, es especialmente importante la calidad de las aplicaciones, que cubran muy bien el envés de las hojas y, para algunos productos y situaciones, la adición de surfactantes que favorezcan la entrada de la materia activa al interior de la hoja.
La Guía de Gestión Integrada de Plagas de solanáceas recomienda la instalación de trampas de feromonas tanto para la detección temprana (en parcelas con buen cerramiento) como para la captura masiva de adultos (en parcelas ya afectadas). Aconseja una densidad de entre cuatro y ocho trampas por hectárea. También se ha comprobado la eficacia de las trampas de luz, que atraen a un número considerable de polillas adultas, con mayor incidencia en hembras, especialmente durante las horas previas al amanecer. “El control efectivo de Tuta absoluta requiere una estrategia integrada de manejo que combine diferentes métodos y se adapte a las condiciones específicas de cada momento y parcela”, resume el Servicio de Sanidad Vegetal andaluz.
Esta plaga originaria de América del Sur causa graves daños en cultivos de tomate y otras solanáceas como la berenjena y el pimiento; se ha propagado rápidamente por diversas regiones del mundo, incluyendo Europa, África y Asia. Las larvas se alimentan de los tejidos de hojas, tallos, flores y frutos, provocando daños significativos que pueden derivar en la pérdida total de la cosecha si no se controla adecuadamente. Su elevada capacidad reproductiva y su tendencia a desarrollar resistencia a los insecticidas dificultan aún más su manejo.
El control efectivo de T. absoluta requiere una estrategia integrada de manejo que combine diferentes métodos y se adapte a las condiciones específicas de cada momento y parcela
La introducción de T. absoluta hace casi veinte años generó un nuevo problema fitosanitario para las plantaciones de tomate, que se fueron solventando con un mayor conocimiento de la plaga y el desarrollo de estrategias integradas, que resultaron eficaces durante años. Sin embargo, la dificultad de control y los daños se han ido multiplicando, “hasta llegar a 2025 con problemas especialmente importantes, tanto en la península como en Canarias”, explica Antonio Monserrat, que hasta su jubilación, a principios de año, era coordinador del Equipo de Protección de Cultivos del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (IMIDA).
Monserrat, que participó en la segunda edición de AgroMurcia, achaca la complejidad de su control a los problemas derivados de modificaciones en los agroecosistemas y a las posibles adaptaciones en las poblaciones. En los primeros, influye el cambio climático; las limitaciones en los productos fitosanitarios utilizables; los drásticos incrementos de población, que “afectan a la propia plantación e inciden sobre otras próximas, consecuencia de una cierta relajación ante una plaga que parecía ya superada y del mantenimiento de la confianza en herramientas que realmente ya no ofrecen los mismos resultados, ya sean productos fitosanitarios, medios tecnológicos o auxiliares para su control biológico”; los cambios en estructuras productivas y sistemas de ventilación, que “afectan a técnicas como la confusión sexual, a lo que se une la introducción de nuevos emisores de feromona, cuyo comportamiento no siempre ha sido contrastado para las diferentes condiciones de cultivo y estructuras en las que se aplican”; la introducción de nuevas variedades, con diferentes sensibilidades en frutos y hojas, y diferente capacidad de adaptación de artrópodos beneficiosos.
Entre las adaptaciones de las poblaciones más conocidas, Monserrat destaca las relacionadas con el desarrollo de resistencias a los insecticidas, como diamidas, productos ampliamente utilizados por su compatibilidad con auxiliares, su alta eficacia y buen perfil toxicológico. “En otros casos, como Bacillus y spinosad, no se han descrito resistencias en nuestra región, pero todo apunta a que se estarían seleccionando poblaciones de Tuta cada vez menos susceptibles a estos productos”. Como ponente de AgroMurcia, Monserrat también colaboró con un artículo en la revista Phytoma.

