El Gobierno de Portugal actualizó en diciembre la zona demarcada por la presencia de Xylella fastidiosa en el área metropolitana de Oporto. Y por primera vez en Europa, se confirmó la presencia de esta bacteria en cítricos, aunque la infección se produce con una subespecie –X. fastidiosa fastidiosa- muy raramente descrita para este cultivo y no asociada a la Clorosis Variegada de los Cítricos, la enfermedad causada por la subespecie pauca, que sí está presente en Ibiza y en Italia.

En Portugal, la Xylella se detectó por primera vez en diciembre de 2018, en una planta de lavanda cerca de Oporto. Desde entonces, ha aparecido en otras zonas del país. Los análisis del laboratorio indican que los cítricos afectados en Portugal por la bacteria (de las especies Citrus limon, C. paradisi, C. reticulata y C. sinensis) podrían haber sido infectados por la subespecie fastidiosa. Esta subespecie se asocia a la enfermedad de Pierce en la vid y a la quemadura foliar del almendro en América, pero no a la Clorosis Variegada de los Cítricos. Esta enfermedad, que sólo se ha citado en algunos países sudamericanos, con pérdidas especialmente importantes en Brasil en la década de 1990, provoca clorosis foliar, defoliación, decaimiento general de la planta y frutos pequeños no comercializables.

Xylella fastidiosa es una de las bacterias fitopatógenas con más amplia gama de huéspedes: puede infectar a 679 especies, 304 géneros y 88 familias, según la última actualización de la lista de hospedantes. Sin embargo, hasta el momento, en Europa no se había detectado en cítricos.

Ante esta y otras amenazas para los cítricos (los vectores del HLB, Bactrocera dorsalis en Italia, la mancha negra en Túnez, las interceptaciones de Thaumatotibia leucotreta …), el Comité de Gestión de Cítricos (CGC) advierte de que el sector citrícola español vive en “un estado de alerta fitosanitaria permanente”. Desde comienzos de este siglo, se han introducido en la citricultura española hasta dieciséis plagas y enfermedades foráneas. El CGC se muestra partidario de racionalizar el uso de fitosanitarios que proponer la Comisión Europea en su estrategia ‘De la granja a la mesa’, pero reclama que, dada la gravedad de los daños provocados por los patógenos ya conocidos y los que amenazan con llegar, antes se evalúen las consecuencias que la eliminación de materias activas tendrá, no solo para el control de plagas –por mermas, pérdidas económicas y caídas del rendimiento-, sino por las resistencias que puedan generarse (al repetir tratamientos con las pocas sustancias que queden). Asimismo, propone “medir y armonizar los tiempos de transición para compaginar el avance de la lucha biológica, aún incipiente, con la paulatina retirada de estos productos”.

Tal como explicaron las investigadoras del IVIA María Milagros López y Ester Marco-Noales en un artículo publicado en Phytoma, en 1987 se describió por primera vez en naranjo, en el estado de São Paulo (Brasil), “una enfermedad que causaba amarilleamiento y a la que se denominó clorosis variegada de los cítricos. Estos mismos síntomas se habían observado desde 1984 en naranja Valencia cultivada en Argentina, donde se conocían localmente como ‘pecosita’”. Posteriormente, se confirmó que ambos tipos de daños estaban causados por la misma bacteria. La enfermedad se difundió en forma epidémica en la región citrícola de São Paulo, y en aproximadamente cinco años se encontraban infectados más de dos millones de árboles. La severidad de CVC fue incrementándose y llegó a provocar graves pérdidas en la producción citrícola de este estado. Desde la primera detección de la enfermedad en Argentina y Brasil, se confirmó también su presencia en otras provincias argentinas y otros estados brasileños, además de Paraguay, Costa Rica y Uruguay. Sin embargo, desde principios de siglo, la enfermedad pasó a un segundo plano en Brasil tras la aparición del HLB, “que la supera tanto en pérdidas como en dificultad de control”.