La oruga rosada de Florida (Anatrachyntis badia), un pequeño lepidóptero de hábitos saprófitos y oportunistas, se ha consolidado en los últimos años como una nueva amenaza emergente para los cítricos del sureste español. Detectada inicialmente en plantaciones de pomelo de la comarca del río Mula en 2020, su presencia se ha confirmado ya en la mayoría de zonas productoras de la Región de Murcia, también sobre naranjo, limonero o limero. Así lo detalla Miguel Ángel Fernández Carrillo, técnico de la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca, en un reciente artículo publicado en la revista Phytoma, donde analiza la expansión, daños y perspectivas de control de esta especie.

Inicialmente, A. badia se detectó en pomelo rojo de exportación, donde se apreciaron escarificaciones en la zona del pedúnculo y presencia de pequeñas orugas rosadas bajo la estrella del fruto, lo cual produjo problemas de envío al país de destino, a pesar de que la especie no estaba categorizada como cuarentena por la UE ni por otros países. A partir de ese suceso, se inició un seguimiento sistemático en distintas comarcas citrícolas de la región, el cual ha permitido confirmar su amplia distribución y elevada actividad durante casi todo el año.

Esta especie fue descrita en Florida (EE UU) en 1962 y se considera originaria de esa zona. Desde entonces se ha extendido por América, Australia y gran parte de Europa mediterránea. En España, las primeras detecciones se produjeron en la Comunidad Valenciana y las Islas Canarias a comienzos del 2000, y su presencia en la Región de Murcia fue confirmada oficialmente en 2020. Según Fernández Carrillo, “podemos deducir que su introducción se produjo varios años antes, aunque se desconoce de qué forma sucedió”.

El carácter cosmopolita y la capacidad de esta especie para alimentarse de materia orgánica en descomposición le permiten adaptarse fácilmente a nuevas condiciones. Además de los cítricos, según varios autores, se han registrado ataques en granado, caqui, níspero, vid y especies ornamentales, lo que sugiere un potencial de expansión aún mayor.

Aunque A. badia se alimenta principalmente de restos vegetales y flores muertas, cuando sus poblaciones son elevadas puede producir daños directos sobre los frutos. En cítricos, los más característicos aparecen en la zona del pedúnculo, con pequeñas cicatrices radiales o anulares bajo los sépalos, acompañadas de detritos, excrementos y desarrollo de negrilla. Estas lesiones, a menudo confundidas con las causadas por trips, generan problemas de calidad y depreciación comercial, especialmente en fruta destinada a exportación. “Esta especie está produciendo daños de cierta relevancia; escarificaciones en la piel similares a las producidas por trips, con colonización bajo la estrella de los frutos, que a su vez pueden generar problemas en su comercialización”, detalla el artículo. En algunas explotaciones de pomelo, la incidencia ha llegado a afectar entre el 30% y el 50 % de los frutos.

Anatrachyntis badia se ha establecido en la Región de Murcia con daños crecientes en pomelo y naranja

El estudio destaca la relación directa entre la presencia de oruga rosada y el nivel de melazo o cotonet, incluso con Pulvinaria polygonata, en las parcelas. La melaza generada por cochinillas o cóccidos favorece la proliferación de negrilla y hongos saprófitos, que constituyen una fuente de alimento ideal para A. badia. Esta asociación explicaría su mayor abundancia en explotaciones donde el cotonet no se controla adecuadamente.

En cuanto a su ciclo, el insecto mantiene actividad durante prácticamente todo el año, con dos picos principales de vuelo, desde primavera a comienzos de verano y de finales de verano a inicios de invierno. En las condiciones climáticas de la Región de Murcia, el autor estima que podría completar hasta cinco o seis generaciones anuales, un número muy superior al observado en otros países.

El monitoreo es fundamental para evaluar la evolución de la plaga. Las trampas Delta blancas engomadas han resultado ser el método más eficaz, especialmente cuando se ceban con feromona sexual de Platynota stultana, que ha mostrado una alta capacidad de atracción sobre A. badia. Este hallazgo abre la puerta a futuros sistemas de confusión sexual o atracción y muerte, similares a los empleados frente a otras polillas de los cítricos.

Por el momento, no existen umbrales de intervención definidos ni productos fitosanitarios específicos autorizados, aunque los insecticidas generales contra lepidópteros (piretroides o Bacillus thuringiensis) podrían ofrecer cierto control. Fernández Carrillo propone realizar tratamientos coincidiendo con sus picos de vuelo, preferentemente “durante las horas del crepúsculo en adelante, cuando la plaga presenta mayor actividad”.

En cuanto al control biológico, el autor menciona la posible acción de bracónidos y otros depredadores generalistas, aunque su eficacia sería limitada por el hábito nocturno y el refugio que las larvas encuentran bajo la estrella del fruto. Respecto al adulto, los murciélagos podrían ser de los pocos organismos de control con un papel relevante, aunque todavía faltan estudios específicos que lo corroboren.

Los resultados del seguimiento en Murcia confirman que la oruga rosada ha pasado de ser un insecto anecdótico a una presencia constante y en aumento en las explotaciones citrícolas. Sus poblaciones superan en número a las de otras especies tradicionalmente consideradas plagas, como Cacoecimorpha pronubana o Cryptoblabes gnidiella. A pesar de ello, A. badia no está reconocida oficialmente como plaga principal en los programas de gestión integrada de cítricos en España. El autor advierte de que, dadas las evidencias actuales, “deberíamos reevaluar su estatus como nueva plaga de cítricos, e incluirla a todos los efectos dentro de su manejo integrado”.